El 5 de noviembre solo fue el día de nuestra partida hacia el corralito de piedra, sin embargo, el viaje realmente empezó desde el domingo anterior cuando estábamos haciendo presupuesto, reservas y soñando con nuestro encuentro con el ambiente cartagenero… Usualmente cuando uno viaja, tiene ciertas expectativas, y en este caso las mías fueron encontrarme con una Cartagena colorida, cultural y como dicen por ahí, champetua.
La semana antes del viaje, nos preparamos todos, fuimos 6 personas en total, mama, papa, 3 hermanos y la abuela, todos contentos y con ganas de divertirnos. Cabe resaltar que somos barranquilleros, costeños y que como tal, somos personas alegres, amables y divertidas.
Durante esos días hicimos la reserva del hotel via telefónica, y consignamos en el banco que nos indicó el hostal la casona de Getsemaní, nos varamos en el carro, mamamos gallo, y estuvimos tranquilos.
Ya para el día del viaje, yo estaba en la universidad y mis papas pasaron por mí allá, y corrí tras el vehículo para montarme porque llovía y me quería ir.
El viaje fue largo, duró 2 horas aproximadamente y vimos muchos paisajes bonitos, paramos en la carretera para comer arepas de huevo, muy buenas
Al llegar a Cartagena, al hostal, resulta que no nos habían hecho la reserva y estuvimos ahí mamandole gallo a la recepcionista para que nos solucionara, la verdad es que cogimos a baciladera la situación porque no queríamos arruinar el paseo, de todas formas sabemos que todo eso hace parte de la experiencia, y paseo sin algún inconveniente no es paseo. Finalmente encontramos una solución económica, bonita y un poco mejor que la anterior, en el hotel balcones de Venecia, lugar donde nos recibieron bien, nos atendieron super excelente y nos divertimos.
Cuando ya estuvimos instalados, no sabíamos para donde coger, así que como lo usual es visitar la ciudad amurallada, nos fuimos pa’lla, realmente queríamos enrumbarnos, jejje
Y caminando y paseando empezamos a percibir el olor a plástico del lugar, a donde mirábamos, no parecía una ciudad encantada de cultura, de historia, sino un lugar comercial, para extranjeros, acomodada a los gustos de esas personas nuevas. Vimos gente estirada, con vestidos de gala, selfies, tacones, cigarros, humo, drogas, indigencia, ventas hippies, fiestas exclusivas, música extranjera, hasta lugares cubanos, pero realmente no sentimos a Cartagena dentro del corralito de piedra, solo vimos gente desorientada, buscando ver a Cartagena, caminando, gastando, y ya…
De vuelta al hotel todos llegamos un poco desubicados, no entendíamos que pasaba, estábamos cansados porque caminamos bastante, y seguíamos con el tema de que queríamos divertirnos, así que prendimos nuestro pequeño pico confiable y nos colocamos en el balcón a poner música, inicialmente solo veíamos que pasaba la gente tranquila, ya después empezamos a notar que al pasar se tiraban uno que otro pase con la música, estábamos poniendo reggaetón, champeta, musiquita bailable, y los del tinto, las de los bollos, la gente que ya retornaba del comercio, los cartageneros de verdad, bailaban y se divertían, y sentimos por un momento que esa Cartagena de corazón que nosotros estábamos buscando, estaba ahí, solo que ocupada trabajando para los visitantes y extranjeros.
Viendo esto, nos colgamos el radiesito en el hombro, y con cerveza en mano, nos fuimos a caminar Getsemaní con la bulla, tomando y bailando, cogimos toda esa energía barranquillera, esos tambores que resuenan en nuestro corazón y nos fuimos pa donde la gente a bailar y a contagiar de alegría por donde pasábamos porque esa es nuestra naturaleza, y así fue, la gente se levantaba, bailaba, aplaudía, se alegraba por donde pasábamos. Paso un combo con una reina, nos bailaron, bailamos todos, llegamos a la plaza de Getsemaní, y la gente nos vio como bicho raro, un poco de gente rara, extranjeros, cultura urbana como gente joven que clasifica a la otra gente y la trata de manera despectiva porque no son como ellos, nos fuimos de ahí.
Cogimos pa la parte plástica de Cartagena, y allá en la entrada principal armamos en fonforro, baile con un extraño, y me dijeron cachaca y yo dije, no sr! Barranquillera, y vacilamos el ratico hasta que se le acabó la batería al pico pequeño, se acabó la fiesta y nos fuimos pa la casa, porque realmente la rumba que nos ofreció ctg, no era lo que esperábamos..
Ya al día siguiente, nos levantamos temprano para tomar el desayuno que regala el hotel, y nos comimos todo, nos dieron un delicioso sándwich de 3 pisos con doble jamón y doble queso, y nos fuimos en un largo recorrido para el jardín botánico Guillermo Piñeres, y conocimos el lugar, luego nos fuimos a las playas más pupis, y también armamos la bulla, tomamos y la gente trabajadora se nos unio, cambiamos una playa triste y vacía, por una playa llena de vendedores, masajistas, hasta el salva vidas se vino para acá y se puso a bailar, contagiamos de alegría nuestro pedacito y así hasta que finalmente ya cansados, decidimos regresar a nuestro mágico terruño que nos enseño a ser felices y a vivir tranquilos. Barranquilla.
Nos vinimos llenos de tierra, mojados de mar de Cartagena, contentos de la experiencia vivida, y con la esperanza de que algún día Cartagena y la ciudad amurallada de plástico recupere la cultura y se imponga ante el mundo porque es realmente bella y tiene mucho para dar.